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M en vaig a escampar la boira

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A PARTIR DE AHORA, ESTRENO BLOG PARA REEMPLAZAR ESTE:   http://ana-astri.blogspot.com/

Cataratas del Niagara

Cataratas del Niagara

El fin de semana pasado fuimos a las cataratas del Niágara. Fuimos y volvimos en el día porque es cerca, llegamos en una hora y media. Había bastante tránsito pero por suerte no había muchos turistas, supongo que porque habían pronosticado lluvias.

El rio Niágara divide Canadá de los EEUU. El lado canadiense está muy bien preparado para el turismo: hay muchos hoteles, restaurants, casinos, fichines para los chicos, es una mini Las Vegas. Se puede caminar a lo largo del barranco del rio para ver las cascadas y sacar fotos.  La cascada mas grande, Horseshoe Fall,  está a caballo entre las dos orillas y se ve bien desde las dos márgenes. El lado canadiense tiene la mejor vista, ya que hay dos cascadas más chicas del lado americano que se ven bien de frente.

Hay varias atracciones, como tomar el barco que navega bastante cerca de la  Horseshoe Fall o caminar por detrás de la caída de agua, pero ninguna me cautivó.  En honor a la verdad, confieso que el lugar no me deslumbró. Uno puede sentir la fuerza del agua y, si, es portentoso, pero no es espectacular como el Iguazú. Es otro ejemplo del autobombo y estrategias de marketing.

En dos horas recorrimos el lugar, sacamos fotos, compramos suvenires (tazas de Starbucks para mi colección) y nos sentamos a tomar un café (frappuccino en Starbucks). Hojeamos mi guía Michelin y decidimos ir a ver el pueblo de Niagara-on-the-Lake.

El camino a Niagara-on-the-Lake es parte de la ruta del vino de Ontario, es lindísimo. Hay viñedos y plantaciones de frutales a diestra y siniestra. Paramos a comprar ciruelas, damascos y duraznos en un puestito a la vera del camino. El sistema es así: el dueño deja las frutas ya pesadas y empaquetadas, le pone el precio y uno toma lo que quiere, calcula el monto y deja la plata justa en una caja.  Es un sistema basado en la confianza y en la honestidad del cliente.

El pueblito parece salido de un cuento. El casco histórico data del siglo XIX y todos los edificios están muy bien conservados. Eso sí, es una trampa para turistas. Mientras almorzábamos, se largó un chaparrón pero al rato salió el sol. Yo quería recorrer un poco y Sean no, así que él se fue al auto a descansar y yo arremetí contra las hordas de turistas.  Las ganas de conocer me duraron poco, tanta gente me exasperaba. Saqué algunas fotos y huimos despavoridos. Una lástima, porque el pueblito me había encantado.

 

Barrios torontonianos

 

El otro día compre un té de yuyos llamado “Northern Delights” (Delicias boreales) en cuya caja hay una foto de dos mujeres Inuit (el nombre políticamente correcto de los esquimales) calentando agua en un fogón. Obviamente, compre una caja. Elegí el de sabor a arpiqutik (¿será una baya de las regiones árticas?). Cuando llegamos, me preparé una taza y mientras la disfrutaba, me puse a leer los ingredientes: raíz de zarzaparrilla, semillas de fenogreco (¿?), corteza de canela, etc., etc. y un ingrediente por demás exótico: ¡¡yerba mate!!

El jueves aproveché que salió el sol y fui a Toronto a tomar el colectivo turístico. Para poder tomar ese colectivo, tuve que tomar uno hasta el subte, que tardo más o menos 25 minutos, y después el subte, unas 15 estaciones, una ecuación que no termina de cerrar. Pero valió la pena. Pasamos por los lugares típicos del centro pero lo que más me gustó fueron los barrios que están un poco más alejados y que tienen características propias muy definidas. Es muy interesante observar la diversidad étnica y cultural de la ciudad. Cada zona tiene un cartel que la identifica; por ejemplo, la Gay Village tiene la bandera con los colores del arco iris colocada debajo del nombre de las calles, y así.

Wellesley Street es el barrio gay, donde viven homosexuales, transexuales y demás yerbas. Me gustó porque todos los negocios están diseñados con muy buen gusto,  muy modernos, muy prolijitos. Las publicidades gráficas, con fotos tipo Brokeback Mountain,  están orientadas a este público y no se ven en otros sitios. Obviamente.

Little India es el barrio donde se concentran negocios y casa de comida hindú y paquistaní.  Había un olorcito riquísimo a comida y especias. Me encantaron las vidrieras de las boutiques con sus saris y sedas de colores brillantes y alegres. Tengo que volver para hace algunas compritas.

Greektown es el barrio griego. Los colores predominantes son los de la bandera, azul y blanco. Hay muchos restaurants y muchas casas de novias también, que me hicieron acordar a “Mi gran casamiento griego”. La guía conto que la casa de los padres existe, no es un decorado, y está en una de las calles de ese barrio.  

Little Italy es donde me bajé a comer. Justo estaban filmando escenas de una película, pero no me llamaron para actuar. Hollywood se pierde una estrella. Fui al Café Diplomático, que aparentemente es famoso y el lugar obligado para ir a ver partidos de futbol. La comida no fue gran cosa pero al menos puedo decir que estuve allí. Y si, en la calle se oye el idioma italiano.

El colectivo turístico tiene un horario fijo y tenía que esperar más de una hora para el próximo. Me faltaba una partecita del recorrido, Koreatown, pero ya había visto todo lo que había para ver en Little Italy, me dolía la cabeza y hacía calor (aunque no me lo crean, casi 30C), así que preferí volver al hotel.  Sabía que estaba a algunas cuadras del subte. Pateé hasta Bloor Street y, oh sorpresa, ¡la estación está en pleno Koreatown! Justo ahí se murió la batería de la cámara y no tengo fotos.

Estoy chocha porque en Canadá se usa el sistema métrico. ¡Es un gran alivio entender pesos, medidas, distancias y temperaturas!

 

Hola desde Canada

Hola desde Canada

Otro destino, otra aventura.

Ahora estamos en Canadá, en la ciudad de Mississauga, a unos minutos de Toronto. Por el momento nos alojamos en un hotel pero la idea es mudarnos a un departamento, que es más económico (para el cliente, jeje) y mejor ubicado. Mejor ubicado para mí, porque estaríamos en el centro de Mississauga, aunque Sean va a tener que ir a trabajar en auto y ahora va caminando. Sorry, pero el shopping es más importante que la oficina.

Apenas llegamos, o sea  en el aeropuerto, ya me sentí cómoda. Hay buena onda en el aire. En Migraciones nos trataron muy bien y con una sonrisa, lo opuesto a los vecinos del sur. He notado que, en general, la gente no va con el ceño fruncido ni enloquecida. La mayoría es inmigrante, hay gente de todos lados aunque los que más sobresalen son los hindúes y paquistaníes porque algunos usan turbante y las mujeres, por los saris de colores brillantes. Me da la impresión de que a todos les gusta estar acá.

Con respecto a la gripe A, en la provincia de Ontario hay más de 3.000 casos declarados y la semana pasada detectaron más de 300 casos de chicos infectados en  los campamentos de verano. Pero casi no hay muertos, los casos son leves y la gente se cura. Hay mucha preocupación por lo que va a pasar en invierno pero el gobierno dice que está preparado para hacerle frente a la epidemia (¡a ellos les creo!) y que hay dosis de vacuna de sobra. Es bueno saberlo, ya que vamos a quedarnos hasta diciembre. Igualmente, nunca salgo sin mi alcohol en gel en la cartera.

Ya estuve explorando un poco. Lo bueno, al contrario de Dallas, es que hay una buena red de transporte público y puedo ir a cualquier lado. Debería manejar, pero no me animo a conducir la camioneta alquilada porque es muy grande. ¡Extraño mi Volkswagen! ¡Buaa!

Fui a Steetsville, que cumple 151 años desde su fundación. Es un lugar muy pintoresco, con casas de estilo victoriano, muy pulcro y ordenado. No hay ni una rama fuera de lugar. Para llegar tenía que tomar dos colectivos. Mientras estaba esperando el segundo, vi un cartel que decía “Streetsville 1 km” y no lo pensé, fui caminando. Me encanto el barrio, las casas son divinas, todas tienen muchas flores en los jardines y en las veredas hay muchos árboles, especialmente arces y pinos.

El fin de semana fuimos a Port Credit (se llama así porque en la época de la Colonia los franceses compraban y vendían cosas a los indios usando un sistema de crédito). Caminamos por el sendero que bordea el lago Ontario. Me encanto porque hay muchísimas variedades de flores silvestres y había una perfume suave y dulzón en al aire.

Una cosa que note con alegría es que usan el sistema métrico. ¡Por fin entiendo la temperatura, medidas y distancias!

Estos son los links a las fotos que subí a Facebook para los que no tiene cuenta:

Port Credit: http://www.facebook.com/album.php?aid=106323&id=681011077&l=74f764de2f

Streetsville: http://www.facebook.com/album.php?aid=105642&id=681011077&l=86a3387e4f

Chinatown (Toronto): http://www.facebook.com/album.php?aid=106100&id=681011077&l=58a7ba2e41

 

Hasta la próxima.

48ª Carrera de Vehículos Comerciales Antiguos de Londres a Brighton - Dia 2

Entre el cansancio del viaje en avión y en vehículo de madera y la comida que me cayó pesada, dormí mal y poco y, en consecuencia, estaba de mal humor. No era un comienzo auspicioso.

El domingo a la mañana fuimos a Crystal Palace, el lugar de largada de la carrera, para que sellaran la tarjeta con la hora de salida. Había algunos camiones lecheros y camionetas salidos de un capitulo de Los Tres Chiflados. Enseguida de estacionar, nos rodearon los anoraks para sacar fotos y hacer todo tipo de preguntas.  Así se les llama a una subespecie de la raza humana que viste anoraks o parkas y tiene hobbies aburridos (observar aves, pasar horas en las estaciones de tren anotando los números de cada locomotora, etc.). Los más apuestos se parecen a Pee Wee Herman.

 Camino a Brighton, a 75 kilómetros, había mucha gente (desde hombres solos a familias enteras) domingueando, algunos con picnic incluido, y miraba pasar los vehículos antiguos cómodamente instalada en sendas sillas playeras.

El Alvis ’65 en el que viajaba Sean crepó una hora después de la partida, se le rompió el “embriaye”, así que él y el que viajaba con él tuvieron que volver para dejarlo en el garaje y buscar nuestro auto (moderno y confortable) para ir directamente a Brighton.

Una parte del trayecto es muy linda y, sobre todo ¡verde inglés! La campiña es un mar   ondulante salpicado de granjas, ovejas, caballos, diferentes cultivos y aldeas pintorescas. Lamento tener que decir que tanta belleza no alcanzó para compensar la incomodidad (éramos nueve personas, sentados rodilla con rodilla y con bolsos y cosas por todos lados), mi cansancio (sobre todo, del jet lag) y las ganas irrefrenables de acogotar a Sigrid, una señora alemana amiga de no sé quién, que tenía una voz que me taladraba los oídos. Cada vez que hablaba, se me venía la misma imagen a la mente ¡pegarle la boca con silver tape! Pero me conformé con mandarle mensajes de texto a Sean, que se solidarizó conmigo.

Entre la lentitud del vehículo, la distancia y el transito caótico porque era fin de semana largo, tardamos seis horas en llegar. Mis riñones pedían la hora, referí.

En el lugar de llegada, a medida que iban llegando los vehículos, se iba armando una exposición a lo largo de la rambla (Brighton es una ciudad balnearia). Y era el paraíso de los anoraks, muchos de los cuales eran bi dentes.

Como era el primer centenario del shooting brake, unos amigos le colgaron guirnaldas y globos y trajeron una torta amarilla y azul con la fecha y el nombre. Se armó un picnic que duró hasta las 5 y pico de la tarde, que fue cuando empezó la entrega de premios. David ganó en dos categorías, no recuerdo cuales.

Sean y yo nos escapamos y fuimos a pasear por el muelle. Es gigante, hasta tiene un parque de diversiones. Había un gentío infernal y la gente no era ni muy agradable ni muy refinada o educada, era el equivalente de ir a un recreo de Luján. Además, la música de las atracciones y de los juegos estaba demasiado alta. Pero fue una experiencia interesante desde el punto de vista sociológico y antropológico.

48ª Carrera de Vehículos Comerciales Antiguos de Londres a Brighton - Dia 1

El sábado 2/5/09 fuimos a la casa del primo de Sean para reunirnos con el grupo de amigos que iban a participar de la 48ª Carrera de Vehículos Comerciales Antiguos de Londres a Brighton.  En total, éramos 12 personas, más equipaje y comida, repartidos en tres vehículos. Uno era una furgoneta (o shooting brake, que se usaba para ir de caza) fabricada en 1909 y dos autos de marca Alvis: un Lancefield Saloon azul de 1934 y un TE21 convertible gris perla de 1966.

La furgoneta es casi toda de madera pintada de amarillo huevo con detalles en azul. Es muy parecida a una carreta: la cabina tiene techo pero no paredes y el cuerpo es como una caja cuadrada con dos bancos a cada lado. Lo más parecido que se me ocurre son los vagones antiguos de madera del Subte A pero mucho más angosto, hasta las ventanillas son iguales. Es difícil de conducir porque la caja de cambios es una rueda de hierro al costado del volante con una palanca del mismo metal y hay que encontrar el lugar exacto de cada marcha. Algo que no siempre se logra y, cuando un cambio no entra bien, el ruido que viene de abajo es infernal. Me parece que no tiene nada de suspensión y las llantas son de caucho macizo. El traqueteo y el ruido son ensordecedores. Uno queda de cama después del viaje. Tampoco tiene luces de giro, hay que sacar los brazos y hacer señas, ni espejo retrovisor del lado del acompañante, así que es mejor que siempre haya alguien de ese lado.

Una vez acomodados (yo en la furgoneta y Sean en el convertible), partimos para Londres. Había que recorrer 50 kilómetros desde donde estábamos, en Tunbridge Wells. A estos vehículos no les está permitido ir por las autopistas pero si por los demás caminos. Me causaba gracia ver como los demás autos se cambiaban de carril apenas nos veían. Nos huían como de la peste. Como tampoco viene con velocímetro, es imposible saber con exactitud a qué velocidad se mueve. No debe ser muy alta porque ese día a la noche, volviendo del restaurant en pleno centro de Londres, nos alcanzó, y nos pasó, un ciclista. En total, tardamos casi cuatro horas en llegar al hotel, en el barrio de Kensington. Apenas nos vieron llegar, todos los empleados salieron a ver la furgoneta y sacar fotos. La reacción de la gente era de sorpresa, muchos saludaban, sacaban fotos y los que estaban más apurados se acordaban de nuestras progenitoras.

Esa noche fuimos a comer afuera, se sumaron más personas y éramos 20. La pasamos bien pero nos acostamos tarde y nos esperaba un madrugón.

Bayeux, Francia

Siempre quise ir a ver las playas de Normandía donde fue el desembarco de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, y ahora que estamos a una hora en ferry de Francia, decidimos ir a pasar el fin de semana  a Bayeux.

Sábado 21/3

El ferry salió tarde, pero el cruce fue tranquilo, el mar era un espejo, no había viento y había un sol divino.  Buscamos el auto que habíamos alquilado y salimos a la aventura. Llegamos a Bayeux a eso de las 14.30. Dejamos las cosas en el hotel (que está en el casco histórico), compramos unas delicias para hacer un picnic en la playa (aunque había sol, estaba bastante fresquete). Intentamos encontrar la playa sin mapa ni guía, y se nos complicó, pero al fin llegamos a Gold Beach.  No tengo palabras para explicar la desilusión que me embargó: había una pared de niebla espesa. Podía oír las olas pero no se veía absolutamente nada. Nos sentamos a comer en una medianera pero yo tenía frio (y bronca).  

Decidimos buscar el Cementerio Americano (si vieron la película Salvando al Soldado Ryan, es donde filmaron la primera escena, la del señor mayor visitando una tumba). Después de dar vueltas en círculo, cortamos por lo sano y fuimos a comprar un mapa de la región. Llegamos quince minutos antes de la hora de cierre, con superproducción de adrenalina. Los jardines son hermosos, perfectamente mantenidos (con precisión militar…. Obviamente), muchas flores y arboles altos. Hay un sendero que empieza en la puerta y bordea Omaha Beach (lugar del desembarco de los americanos). Después de un recodo, aparecen las parcelas con las cruces blancas (o estrellas de David, según sea el caso), todas iguales, dispuestas de forma tal que no importan donde te pares, siempre se ven líneas rectas (horizontales, verticales o diagonales). El efecto es impresionante y conmovedor, es como un bosque de cruces que se extiende hasta el horizonte. Se me hizo un nudo en la garganta. Sin importar de la nacionalidad de los soldados y los motivos que tenían, me causo mucha tristeza pensar en la pérdida de cientos de miles de vidas, jóvenes con toda la vida por delante y las familias que dejaron atrás. Quedamos rezagados detrás de los últimos turistas y el silencio absoluto y el canto de los pájaros contribuyeron a crear una atmósfera de paz y tristeza abrumadoras.  

Volvimos a Bayeux y fuimos pasear por el casco histórico medieval. Oh yeah! Estaba en mi salsa. Compramos cositas ricas dulces en una confitería y las disfrutamos en el hotel. Sean se puso a ver el partido de Gales contra Irlanda por el Seis Naciones y yo dormí un ratito.

 

Domingo 22/3

Después de desayunar, fuimos a visitar la catedral, que es del siglo XI. Me encantó. Sean bajó a la cripta, peor a mi me da claustrofobia y lo esperé arriba.

Luego, a ver el Tapiz de Bayeux. Es un tapiz de 70 metros que cuenta la historia de la conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador (un pibe de la zona, el rey de Normandía). Se dice que es la primera historieta de la Historia. Está en muy buen estado de conservación, especialmente porque fue bordado en el año 1066. A mí me pareció muy interesante la visita, pero a Sean no le causó tanta gracia la historia de la derrota de su país a manos de los franceses (¿prejuicioso yooo?).

Sean quería ver el cementerio británico. El problema es que hay más de diez en toda esa zona y no están demasiado bien señalizado. Dimos con uno más bien chico, llamado Ryes War Cemetery en Bazenville. A pesar de que no es impresionantemente grande, tuvo el mismo efecto de nudo en la garganta. Al contrario del americano, las lápidas, además del nombre, rango y regimiento, tenían un mensaje de la familia del soldado. Este detalle hace que la experiencia sea aun más conmovedora y pone todo en un plano más personal. Sean estaba orgulloso de su país y sus soldados.  

Era nuestra última oportunidad de ver las playas. Encontramos la llamada Juno Beach (de los canadienses). Otra desilusión. Esta vacía, no hay nada de nada, solo kilómetros de arena. Está en el pueblo de Courseules sur Mer, que es horrible. Hay un museo pero no teníamos tiempo de visitarlo.  Seguimos, medio derrotados, hasta Arromanches-les-Bains. ¡Bingo! En el mar quedan restos del pontón artificial que construyeron los Aliados para poder desembarcar. En las fotos no se ve mucho porque el pontón está lejos y había neblina, para variar. Almorzamos en un café (croque Monsieur y omelette de fromage, ¡que francés!).

Volvimos Saint-Malo a tomar el ferry de vuelta a Jersey.  

Miscelaneas

Miscelaneas

   El otro dia sali del edificio para sacar la basura (los tachos comunes estan afuera) y justo pasaba el basurero. El conductor paro el camion en medio de la calle (causando un embotellamiento de como dos autos) y pregunto si esas bolsas eran de basura. Le dije que si y me dijo que las tirara en el camion. Que buena onda. Los transeuntes tambien sonreian. Esto es otro planeta.

   El domingo fuimos a comer a un lugar que no conociamos. Era un dia esplendido, asi que dejamos el auto y fuimos a caminar. Habia viento y estaba bastante fresco, pero soportable. Caminamos por la playa, sacamos fotos y se hizo la hora de volver. Mientras marchabamos, el viento empezo a soplar mas fuerte trayendo unos nubarrones que mamma mia. Por suerte nos dio tiempo a llegar y sentarnos. Se largo un tormenton barbaro! Comimos (muuuuuy reeeeco todo, no tenia mas lugar para el postre, lamentablemente), tomamos cafe y... salio el sol. Que tiempo loco.

  Esta vuelta no tengo aventuras para contar, ya conocemos toda la isla!!

 

    Las mañanas de domingo tienen un olor especial, especialmente a asadito. En Jersey, los domingos temprano hay un olorcito a panceta que hace agua la boca. En la esquina de nuestro edificio, hay una especie de kiosco en un trailer que sirve comidas rapidas y los clientes son repartidores, obreros, etc. Nada de hamburguesas y papas fritas, alli sirven bacon rolls, unos sandwiches hechos con pan blanco tiernito y panceta a la plancha que tambien se pueden pedir con huevo frito. No es muy sano pero es absolutamente apetitoso. El bolichito se llama Reefs Cafe.

  Estamos en el mismo edificio que la vez pasada peo en el cuarto piso. Me propuse subir y bajar por la escalera para hacer un poco de ejercicio. Los dias que me toca lavar ropa son particularmente dolorosos porque el lavadero esta en la planta baja. Bajo la ropa y vuelvo al depto. Bajo a pasar la ropa al secarropas y vuelvo al depto. Bajo a buscar la ropa seca y vuelvo a subir. Si llego a salir otra vez, ¡subo por ascensor!

  El viernes pasado fuimos a comer con un colega de Sean que es español, su novia y una amiga. Para mi fue un placer poder parlotear toda la noche ¡sin tener que pensarrrr! pero Sean estaba medio pintado al oleo porque habia mucho ruido y musica y las españolas hablaban rapidisimo pero Jose le hablaba en inglés, asi que no quedó colgado, pobre.

 

Home sweet home – III parte

Home sweet home – III parte

Estoy de vuelta en Jersey (después de un largo viaje). Fue como volver a casa. El problema es que ya van tres hogares y ¡se me hace un lio bárbaro! Lo peor es cuando estoy segura de que guardé algo en determinado cajón y cuando voy a buscarlo, no está. Claro, era el cajón correcto pero en el país equivocado.  

En Migraciones en Londres me advirtieron que si seguía quedándome en el territorio, iba a tener que pedir una visa de residente… ¡jaja! No es chiste. Y en Jersey tuve que demostrar que vivo en EEUU, porque también pensaban que venía a quedarme. Estoy en una especie de limbo migratorio.  

Ayer, fuimos a comprar comida china y el dueño le dijo a Sean – ¡Cuánto hace que no te veía! ¿Te fuiste a pasar las fiestas afuera? –. Hace tanto que estamos acá que ya somos (bah, Sean) parte del paisaje. Prácticamente no necesito mapas para moverme en la isla, y eso, viniendo de mí, significa mucho, especialmente porque todavía sigo perdiéndome en Dallas.

Hablando de perderse en la calle, Sean me compró un navegador satelital para usar en Dallas. La primera vez que lo usé fue un sábado a la noche. Tendría que haber practicado un poco, porque me confundió más de lo que me ayudó. Con decir que me metí de contramano (unos metros hasta que me di cuenta, di marcha atrás y huí) en una avenida equivalente a Corrientes. Lo bueno fue que eran como las 2 de la mañana y no había tránsito. Será por eso que me confundí. Si veía los autos, no me metía. Sandra, una amiga que estaba conmigo, casi se infarta. Capaz que si hubiera tomado un tintillo, eso no me pasaba. ¡Pero viví para contarlo! En conclusión, necesito un chofer.

Shine's Mediterranean Market (lo que?)

El día que llegamos de Buenos Aires, Sean encontró en Internet una especie de almacén que vende productos de Argentina y también tiene un sector con mesas para sentarse comer. Esta en Dallas, a unos 25 minutos de casa (dejo la dirección por si alguien quiere ir: 14902 Preston Road, Dallas… ¡ja!). Decidimos ir a investigar para comparar, porque hacen cosas como empanadas, lomitos y sándwiches de miga.

Llegamos muy sobre la hora y la cocina ya estaba cerrada pero igual nos dejaron entrar a ver. Recorrimos las góndolas y yo no paraba de dar grititos: “¡Mirá! ¡Alfajores triples Fantoche!” “¡Terma!”, “¡Galletitas Terrabusi!”, pero la audiencia no me acompañaba: Sean no conocía las golosinas de mi infancia (aunque los alfajores de chocolate no le parecieron nada mal). Compramos tapas para empanadas y para pascualina, chorizos y morcillas (importados congelados), alfajores y empanadas (hechas ahí). Había toneladas de yerba pero yo no tomo mate y Sean toma muy de vez en cuando, así que seguimos de largo.

Lo más gracioso de todo es que no es un negocio exclusivamente de cosas argentinas y los dueños actuales no solo no son argentinos, ni siquiera son latinos. ¡Es un almacén de productos de Medio Oriente, en especial, de Turquía y países del Mediterráneo! Así que también había dátiles, higos de Esmirna, jarabe de rosas, frascos de hojas de parra en conserva, etc. Además de las empanadas, compramos una bandeja de spanakopita, unas mini tartas de hojaldre y espinaca típicas de Grecia que son una de-li-cia.

Le preguntamos al dueño por que tenia productos de dos lugares tan diferentes y lejanos. Nos conto que los dueños anteriores eran argentinos de origen turco. Ahora si tenía sentido semejante mezcla.

Comienzan los adioses

Esta confirmado: no hay extension del contrato y nos volvemos a Dallas a principios de diciembre. Ayer fue la ultima clases de italiano y la primera de las despedidas. Mientras todos hacian planes para tomar otro curso, nosotros nos despediamos hasta... bueno, nunca. No es que nos hayamos hecho amigos de los demas alumnos, pero no me gustan las despedidas, por mas que sean a conocidos circunstanciales. Ni hablar de familia y amigos.

Escapada a Roma

Welcome home
Salimos el jueves 6 a las 10 de la mañana y llegamos a Roma a las 6 de la tarde. Tomamos el tren hasta el centro y el subte y llegamos al hotel, cerca de la Piazza della Repubblica. Ya en el tren me sentía como en casa al observar los gestos que hacia la gente al hablar por celular. Después, cuando los mozos estaban escuchando un partido de futbol por radio en la trattoria donde fuimos a comer esa noche. Ni hablar cuando tenía que esquivar las motonetas y cruzar la calle a la carrera para que no me pisaran. Pero el toque final lo dieron dos tipos que se bajaron del auto y empezaron a pelearse a los gritos y a pechearse, hasta la mujer de uno se bajó del auto y también empezó a los gritos y puteadas. No sé qué pasó porque no entendía nada pero el espectáculo me era totalmente familiar.

Yiro?
Hay muchos “promotores turísticos” que tratan de encajarte boletos para un citytour, en italiano es giro turístico, que suena a yiro. Una vez, estaba esperando que cambie el semáforo, se me acerca uno y me pregunta “Giro?” Tuve que aclararle que no soy un yiro (aunque tenía un vestido corto...jaja!). La risa me duró dos cuadras.

Amor a la romana
Ya me había olvidado de los que piropean por la calle. Ni en Dallas ni en Jersey sucede, son más respetuosos. No así en Roma. Me decían “Ciao!” con cara de galán; si había dos o tres tipos hablando, iban girando (sin la menor modestia) para verme pasar; uno hasta me tiró un “carazo”. La verdad, me molestaba un poco y pensé que se iba pegada a Sean, iban a aflojar un poco. Ni se mosquearon, era como si Sean no existiera. Y bue, las dificultades de ser bella… jajaja!

Mario!
Estábamos comiendo unos panini (¡carísimos! 38 euros ente los dos) en un café que estaba en una esquina frente al Vaticano. Tenía las puerta-ventanas abiertas. En un momento, escucho a todos los mozos llamar a Mario! Mario! Miré para todos lados y al final lo encontré: Mario era una paloma que estaba paseando por el café, se ve que los visita siempre.

Cotto
La segunda noche fuimos a comer a un restaurant llamado Cotto, muy lindo, medio modernoso. La comida era muy rica (me acuerdo y se me hace agua la boca). Como nos gustó mucho, volvimos las dos noches siguientes. Ya nos conocían y nos trataban como a habitues, con trago mientras esperábamos y todo. Era como si fuéramos vecinos desde siempre.
Nota: uno de los mozos se llamaba… Mario

Americani a Roma contra la matanza de animales. ¿Eh?
Estábamos recorriendo el Coliseo y en eso, escuchamos música y gente que cantaba. Resultó ser una marcha pro Barack Obama organizada por residentes americanos en Roma. Sin comentarios.
Más tarde, en esa misma zona notamos muchos Carabinieri y policías. Había otra marcha, esta vez era en protesta por la matanza indiscriminada de animales salvajes y domésticos. Los activistas marcharon por la Via de Fori Imperiali hasta un palco, donde daban discursos. Nunca deseé tanto tener un tapado de piel mientras me como un choripán…. Jajaja

Link a fotos en Facebook: http://www.facebook.com/album.php?aid=60077&l=00f02&id=681011077

Fin de semana del 25 y 26 de octubre en Francia

Acá van algunas perlitas de esa escapada:

Tomamos el ferry de las 8 de la mañana. La empresa se llama Condor Ferries… ¡nada que ver con los Andes! El viaje dura una hora y cuarto. En puerto de St. Malo recogimos el auto de alquiler y partimos hacia Mont Saint Michel, que está a unos 40 km. En el camino, miraba el campo y pensaba que bueno era estar en un continente donde se puede manejar en la misma dirección durante tres días enteros sin llegar a la otra punta. ¡Así te queda la cabeza cuando vivís en una isla! ¡Jaja!

Almorzamos baguettes en Brioche Doree (esa cadena de comida rápida francesa que también tiene locales en Buenos Aires) y fuimos a Mont Saint Michel. El lugar es espectacular, las callecitas angostas medievales son divinas PERO había muchísima gente y era muy difícil avanzar. Ese fue el primer estadio del ataque de nervios.

Segundo estadio: la cola para comprar entradas era interminable. Lo peor, para mí, fue que la boletería estaba dentro de una sala de la abadía (paredes anchas de piedra, ventanitas microscópicas cerradas) sin ventilación y había una baranda insoportable.

Tercer estadio del ataque: ¡turistas japoneses! ¡Había millones! Sin exagerar… (Sil, nada personal...)

Ataque: al terminar la visita, tenía cara de pocos amigos, dolor de cabeza, mal humor, fobia social, dolor de pies. O sea, mi estado natural… ¡jaja! Fuimos a un restaurant a tomar algo: dos Orangina (gaseosa de naranja) y una cerveza tirada por la “módica” suma de 15 euros. Un robo. Después volvimos al hotel, cuya recepción estaba llena de… turistas japoneses. Si fuera una película, se llamaría “La venganza del samurái”.

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A la tarde, fuimos al baño que hay en la abadía, que es unisex aunque está dividido adentro. Yo estaba en mi cubículo y escuche la voz de Sean, que hablaba con alguien. Transcribo el diálogo:

Yo- Giovanni?
Grillos- cri cri cri cri
Yo- Sei tu, Giovanni?
Sean- Siii (con tono dubitativo)
A la salida:
Sean- ¿Por qué me llamaste Giovanni?
Yo- Eeeeehhh
Sean- mi pseudónimo es Gianni, por eso no contesté la primera vez, estaba seguro de que era tu voz pero el nombre no me cerraba.

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Caímos en la trampa para turistas más vieja de la historia: una feria de productos regionales bretones. Pero fue voluntario, yo quería comprar una lata de galletitas porque me gustaba la lata. Mirando el stand de conservas, vi un frasco que contenía una pasta marrón. ¡Dulce de leche! La etiqueta decía “Confiture de lait”. Por supuesto, compré uno. Es casi como el nuestro pero tiene más gusto a esencia de vainilla.

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En la mesa de al lado había una familia de argentinos: padres y tres hijos adolescentes, comiendo tranquilitos. Cuando terminamos, pasamos por delante de su mesa y yo mire a la madre y le dije “Buenos días”. Fue muy gracioso ver como se transformaba la cara de la mujer de saludar mecánicamente por cortesía, levantar la vista, vernos a Sean y a mí y terminar de decir “días” con una cara de “no entiendo nada… ¿¿esa chica es argentina??” Sean es un buen camuflaje.

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El domingo recorrimos dos ciudades más: Rennes y Dinan. Las dos tienen un centro histórico con casas medievales divinas y ¡muchas iglesias! En Dinan, paramos a almorzar en una crepería. La casa donde estaba ubicada era híper vieja, con paredes de piedra, hogar de piedra esculpido, muy pintoresco. Comimos galettes, que son crepes hechas con trigo sarraceno y relleno salado: champiñones, jamón, etc., y de postre, crepes dulces. La mía con puré de castañas y crema era una delicia. Para tomar, sidra seca servida a la usanza bretona en jarra y tazones de cerámica. (Cerca del negocio hay un restaurant que sirve ese tipo de comida, incluyendo la sidra en taza, creo que esta la calle Uruguay. El dueño es bretón).

Algunas cavilaciones

Pagos chicos

En algunos aspectos, vivir en Jersey es como vivir en Ramos. Muchos parientes viven cerca, mucha gente se conoce entre sí, te cruzás con la misma gente en lugares distintos, si vas a comprar algo, ropa por ejemplo, tenés que comprarlo apenas lo ves, si no, se acaba (ya me pasó) y tienen que mandar a traerlo desde Inglaterra (o la casa central o depósito, la idea es esa), se ven muchas mujeres vestidas con la misma ropa porque hay pocos negocios (me pasó varias veces que vi un sweater o vestido que me gustaba en la vidriera y después lo vi tantas veces en la calle que dejó de gustarme). Hay dos supermercados grandes y muchos autoservicios (pero ninguno chino). Igual que en Ramos, hay un centro comercial (no un edificio sino una peatonal y negocios en las calles aledañas) y financiero (bueno che, ¡en Ramos hay bancos sobre Av. de Mayo!) adonde la gente va a hacer compras, mirar vidrieras y dar la vuelta al perro. Si estás un tiempo acá, empezás a ver caras conocidas por todos lados y muchos rasgos faciales repetidos (eso de vivir en una isla no es bueno para la genética… ¡hay cada caripela!). Otro ejemplo de “pueblo chico…”: en cualquier vuelo de los sábados a la mañana a Londres, los pasajeros se van saludando a medida que van abordando el avión y muchos hacen planes para verse en el vuelo de vuelta el domingo a la nochecita. Me da la sensación de que hay que hacer buena letra todo el tiempo porque todo el mundo se entera de todo enseguida.

 

Tribulaciones olfativas

Casi todos los días, cuando abro las ventanas a la mañana para ventilar un  poco, entran distintos olores. Uno es el olor a algas pudriéndose al sol, especialmente en verano. Otro es un olor inmundo a cloaca. Es un olor espeso y penetrante, que se pega en la garganta. Probé usar Glade pero es peor. Al principio pensé que era una epidemia nacional de disentería, pero no en el Primer Mundo... Hoy quedó develado el misterio: en la BBC (edición Channel Islands) hay una nota sobre una planta productora de abono orgánico y de las quejas constantes de los vecinos  por la pestilencia. Dicen que van a probar un spray nuevo para neutralizar el olor porque los que usaron hasta ahora no dieron resultado. No me hacía falta leerlo en el diario, me di cuenta sola.  

 

Tu parli italiano?

Sean y yo decidimos tomar clases de italiano, los miércoles de 6 a 8. Al principio, era un poco raro ser compañera de clase de mi marido, pero divertido. Sobre todo cuando se porta como un chico de 6 años: me saca las hojas, me raya la mano con birome, hace chistes, se burla de los demás (sin que lo vean). Nunca lleva cuaderno. Y cuando le ofrezco una hoja del mío, dice “toma nota que yo después lo leo”. Algo que jamás sucede. Su seudónimo es Giovanni. A veces tira palabras en español y tiene la suerte de que suenan como la palabra italiana que preguntó la professoressa. Por ejemplo, ayer estábamos hablando de tipos de lugares para comer y Giovanni dijo “kiosco” y Sofía (la profe) dijo “si, bene” y lo escribió en el pizarrón: chiosco (es como un puestito). ¡Puso una cara de canchero superado insoportable!

 

The Hungry Man

El domingo hicimos una de nuestras excursiones semanales. El trayecto era, por supuesto, a lo largo de acantilados. Más que a lo largo, arriba y abajo, había muchas subidas y sus respectivas bajadas, algunas bastante empinadas pero relativamente fáciles de sortear porque hay escaloncitos de madera.  Aunque deje varios alveolos en cada escalera. Me causa gracia el contraste que hacemos con otras personas (¿será que ellos son los normales?): nos equipamos con botas de trekking y mochilas, mapas, menos brújula, de todo y a veces nos hemos cruzado con gente que hacia el mismo camino ¡en jeans y ojotas!

El trayecto terminaba en una bahía chiquita. Yo estaba famélica, tenía la glucosa bajo tierra (eso siempre me pareció la excusa perfecta para comer torta) y necesitaba comer si o si porque habían pasado varias horas desde el desayuno. No sería la competencia de Iron Man pero para mí fue suficiente ejercicio. En vez de ir al restaurant fuimos a un kiosco llamado The Hungry Man, ubicado al principio del muelle. Estaba lleno de gente comiendo al solcito y el aroma a comida era irresistible. Fuimos casi levitando hacia la Tierra Prometida. La comida llegó cuando yo estaba desparramada sobre la mesa, medio desmayada. Había pedido una hamburguesa con panceta, queso, cebolla y hongos saltados y huevo frito. Una oda al colesterol, pero ¡¡que rico!! Apenas hinqué el diente, ¡la yema del huevo me explotó en la cara y el pelo! Me limpie como pude en el baño pero me quedo olor a huevo en el pelo. Un asquete.  Pero advierto que NO me quitó el apetito: más que comer, inhalé la hamburguesa.

Teníamos que volver al punto de partida a buscar el auto. El detalle es que en otoño e invierno, los colectivos no funcionan los domingos, así que tuvimos que patear. Probamos volver por la ruta, que fue una buena idea porque el declive es mucho más suave y constante. Pero, siendo una excursión O’Reilly, Giovanni propuso tomar un atajo que, según sus cálculos, nos dejaba en el lugar exacto adonde queríamos ir. Sus cálculos nos dejaron exactamente en cualquier lado, en medio de un bosquecito. Huelga decir que tuvimos que desandar lo andado, volver al inicio del atajo y pedirle indicaciones a una señora que estaba paseando su perro, que por supuesto conocía bien el camino y llegamos sanos y salvos.



Aca hay un link a las fotos que tengo en facebook para aquellos no estan en FB: http://www.facebook.com/album.php?aid=56929&l=9f466&id=681011077

Mi primer casamiento judio

Mi primer casamiento judio

Les cuento del casamiento de unos amigos, Aliza y Mike,  que tuvimos en Dallas. Primero, mi vestido. Hace mucho me compré un vestido negro strapless de coctel (por la rodilla) y nunca lo había usado. Me lo probé apenas llegamos a Dallas y me quedaba bien. Pero en el transcurso de esa semana, supongo que por el cambio de clima (calorrrr) y de alimentación, me hinché como una esponja y me quedaba apretado. En algunas fotos me salió una panza infernal, que ya desapareció, por suerte. Pero estaba linda (even if I say so myself…)

Llegamos al templo Emanu-El (grande, bien tipo Texas, moderno, en realidad es un complejo educativo y tiene salas de conferencias, etc.) y nos entregaron un mini cuadernillo que explicaba los pasos y la simbología de la ceremonia y me pareció muy interesante. Los invitados no judíos, o sea, nuestro grupo, no sabían si tenían que ponerse la kipá (el gorrito) o no y daban vueltas y vueltas. Sean fue a la fuente: le preguntó al padre del novio, que dijo que no era obligatorio pero se puso chocho cuando, acto seguido, Sean agarró uno y se lo plantó en la cabeza. Después, todos lo siguieron.

La ceremonia fue muy linda. En el fondo, ritual más, ritual menos, el mensaje es el mismo: ser buena persona, formar una familia en los valores tradicionales, respetar a la pareja. Fue en hebreo y en inglés. Cuando el novio rompió la copa, yo también grité ¡Mazel Tov! Un salame del año cero dejó el celular encendido y empezó a sonar en plena ceremonia pero como tardaba en atender, hasta la novia se dio vuelta y miró a la audiencia con cara de traste. Pobre Aliza.

La fiesta fue divertida, la verdad que la pasamos bárbaro.  Y SI, ¡pasaron Hava Nagila Hava y bailé al ritmo hebreo, jaja! Cuando el DJ anunció que se necesitaban hombres forzudos para el baile de las sillas, Sean, con cara de resignación, fue el primero en levantarse e ir a la pista y hubo risas y aplausos. De más esta decir que la silla del novio volaba por el aire…jaja!

Jersey Air Display

Hace dos semanas hubo una muestra aérea en Jersey para conmemorar la batalla aérea de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial (un tema recurrente por estos lares). El día anterior le pedí a Sean una memoria de 4 Giga para la cámara así podía grabar muchos videos.

La muestra comenzaba a las 12:45 en la bahía de St. Aubin, una ubicación ideal porque es bien ancha. Fui pateando y llegué en 20 o 25 minutos.  El show comenzó con el avión que justamente quería ver, un B-17 original, la Fortaleza Voladora, que fue uno de los modelos usados en la guerra. Me encantó. Parecía que estaba en una película. Pero no pude sacarle fotos porque la máquina eligió ese momento para avisarme que la memoria nueva no era compatible. La puteada mas chica debe haber cruzado el Atlántico, ¿alguien me oyó? Llamé a Sean pero no hubo caso: si quería sacar fotos tenía que volver a buscar la memoria vieja. Volví al departamento con un mal humor infernal. Por suerte pude ver algunos aviones desde el balcón porque daban la vuelta por acá para volver al lugar del show. Preparé todo, me fijé que la maquina funcionara y volví a donde estaba. Para completar el día, se largó a llover. Gracias a la practicidad y previsión heredadas, había llevado paraguas, aunque me mojé igual porque estaba roto.

Sean y un amigo vinieron a ver el gran final, el escuadrón llamado Red Arrows, que hacen acrobacias en el aire, con humo de colores (bah, los colores de la bandera blanco, rojo y azul nomás). Espectacular. Mis preferidos fueron el B-17, los Red Arrows y el Eurofighter, un avión de guerra ultramoderno desarrollado en Europa que parece un triangulito pero que te dejo sordo cuando pasa, el estallido sónico es insoportable, fue el único que me hizo doler la cabeza del ruido. Después volvimos a casa, empapados pero chochos.

Para socios de SITAS: Ahora estoy estudiando italiano en casa con la compu. El otro día me reía sola porque tenía que repetir L’erba è verde ¡y me acordaba de los cartelitos del club de Non pestare l’erba! Jajaja!

Londres

El viernes a la noche fuimos a Londres. Llovió todo el fin de semana y encima estaba bastante fresco, entre 13 y 15 grados.
Cuando llegamos a Heathrow, fuimos a recolectar el auto que habíamos alquilado. Sean pidió, como siempre, un Ford Focus. Lo más gracioso fue descubrir que nos dieron un auto… ¡convertible! ¡Y jamás paro de llover! ¿A quién se le ocurre?? De más está decir que no levantamos el techo.

Almorzamos con James cerca del depto, en East Dulwich. Como teníamos tiempo (y yo me negué rotundamente a sentarme frente al televisor toda la tarde como una morsa), los hermanitos respiraron profundo, contaron hasta 10 y aceptaron ir a pasear. Tomamos el colectivo número 40 hasta London Bridge (nos sentamos en el piso de arriba). Caminamos unos metros y comenzó a llover más fuerte y justo (oh casualidad) pasamos frente a la catedral de Southwark, y saben que me gustan visitarlas, me rogaron con la mirada y las ondas cerebrales “no, no, no, no”. Pero como dijo James “It’s free and it’s dry”. O sea, entramos (ellos a regañadientes) para escapar de la lluvia. Además, un poco de cultura no viene mal. Mmmhh, me parece que no los convencí…

Paseamos por ahí un ratito más y emprendimos la vuelta. Otros 45 minutos en el bondi. Pasamos por lugares donde teníamos que agacharnos para esquivar las flechas. Constitución u Once tienen mucho que aprender todavía. James y Sean estaban criticando el lugar y James dice, en voz alta y tono sarcástico, “Si, a ver quien detecta al hombre blanco” nos dimos vuelta y notamos que éramos los únicos caras pálidas en todo el bondi!

A la tardecita fuimos a Tunbridge Wells, donde vive Cousin David, que organizo una comida en un bistró con amigos y la nueva novia (es viudo). La pasamos muy bien. De vuelta en la casa, nos quedamos hasta casi las 5 AM tomando café (yo) y Strega (los muchachos), recordando su infancia, hablando de la familia, etc. Ahí descubrí que el abuelo paterno de Sean era canadiense y falleció en la Segunda Guerra Mundial.
El domingo, David preparó un fry-up, que es el desayuno clásico: panceta, chorizos, papas, pan, champiñones, huevos y tomates fritos (¡todos y cada uno!), porotos en salsa de tomate, tostadas y té. Muy rico, pero me cayó como un yunque. Después de comer, dejamos a James en Londres y fuimos al aeropuerto.

Cachas caidas

Ahora que no estoy jugando al tenis se me estan cayendo las cachas maaaaaaal (demasida informacion? jaja). Asi que acabo de anotarme en un gimnasio llamado Carrefour. Las cintas para correr estan al lado de los lacteos.. jaja! A ver si logro volver al peso que tenia en Buenos Aires (siempre que voy, adelgazo. Buena excusa para volver!)

Este fin de semana vamos a Inglatera (asi, con una sola r). La idea original era visitar a los in-laws. Sean les pregunto si iban a estar en casa y dijeron que si. Saco los pasajes y cuando volvio a hablar con ellos, resulta que tenian un aniversario en Sheffield y no van a estar. Sean trato de devolver los pasajes o cambiar la fecha, pero cualquiera de las dos opciones termino siendo mas cara que simplemente tomar el avion. Asi que ahora vamos a visitar al cousin David y a James (el que vino a mi casamiento), que tambien va a estar en Londres.

Boda

El viernes a la noche fuimos a un festival de comide portuguesa. Era en una plaza enorme y habia tres carpas gigantes con muchas mesas al aire libre. Las carpas eran como restaurants, donde vos pedias la comida y bebida y te ibas a sentar. Llegamos tipo 8 y ya había mucha gente. Pedimos espetadas de carnes (como brochettes de lomo pero sin verduras, solo carne condimentada con ajo), pollo a la parrilla y una rueda de pan rellena y calentita. Todo muy, muy rico, y hecho al carbón como Dios manda. En un momento dado, fui a comprar algo para tomar. Hice gala de mi mejor portugués y pedí “Por favor, un suco de abacaxi” El pibe me miró fijo, pensó un rato y dijo “I’m sorry. What did you say?” ¡Le hablé en portugués al UNICO pibe gringo detrás de la barra! Jajaja!!

                El domingo fuimos al casamiento de Marc Thomas, que trabaja con Sean. Cuando llegamos, vimos que éramos los únicos del trabajo, el resto era familia y un par de íntimos. El casamiento fue al mediodía en un hotel re lindo. La ceremonia civil fue en un salón del hotel y había un cuarteto de cuerdas. Después, a la terraza a tomar una copas y al croquet lawn  a sacar fotos. Parecía una escena salida de “Cuatro bodas y un funeral” ¡jaja! ¡Qué comentario tan obvio! ¡Jaja!.  Entre una cosa y otra el almuerzo empezó a las 3. Los discursos del padre de la novia y del best man fueron un poco largos pero el del novio, aunque largo, fue re emocionante. La comida fue típica British: pollo o roast beef con guarnición de vegetales. Riquísimo todo. De postre, frutillas o sticky toffee pudding. Siguieron la torta y el brindis. No conocíamos a nadie en nuestra mesa, pero terminamos siendo todos íntimos amigos gracias al espíritu alegre de las bodas. Las pasamos muy bien, conocimos gente excelente (todos locales, nosotros tres éramos los únicos extranjeros: Traver también trabaja con Sean y es yanqui). Nos escapamos un rato al auto a descansar porque la joda seguía a la noche con los invitados “después de las 12”. Un tal Andrew me saco a bailar y éramos los únicos en la pista. Descubrí que es mucho más fácil hacer el ridículo en el extranjero donde nadie te conoce. A la noche apareció un buffet con más comida. Nos fuimos a eso de las 11 exhaustos pero contentos de poder haber vivido semejante experiencia.

Abajo hay un link a algunas fotos en mi cuenta de Facebook:

http://www.new.facebook.com/album.php?aid=48759&l=0df33&id=681011077

PD: el padre del novio es un campeon total. Cual fue el tipico comentario cuando se entero que yo soy argentina? Siiiiiiii, futbol, y como surgieron los equipos sudamericanos (bah, ARG y Brasil) despues de la guerra. Me acuerdo de la final del Mundial del ’58  bla bla bla...

La madre del novio debe tener por lo menos 75 anios. En uun momento estabamos afuera, algunos fumando, y aparece del brazo de un sobrino. Le digo a Sean "portate bien". todos se sentaron derechos cuando aparecio jaja. Yo pense que se sentiria mal y necesitaba tomar aire. pero no. Abrio la cartera y saco los fasos. Habia salida fumar la vieja!!!