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M en vaig a escampar la boira

48ª Carrera de Vehículos Comerciales Antiguos de Londres a Brighton - Dia 1

El sábado 2/5/09 fuimos a la casa del primo de Sean para reunirnos con el grupo de amigos que iban a participar de la 48ª Carrera de Vehículos Comerciales Antiguos de Londres a Brighton.  En total, éramos 12 personas, más equipaje y comida, repartidos en tres vehículos. Uno era una furgoneta (o shooting brake, que se usaba para ir de caza) fabricada en 1909 y dos autos de marca Alvis: un Lancefield Saloon azul de 1934 y un TE21 convertible gris perla de 1966.

La furgoneta es casi toda de madera pintada de amarillo huevo con detalles en azul. Es muy parecida a una carreta: la cabina tiene techo pero no paredes y el cuerpo es como una caja cuadrada con dos bancos a cada lado. Lo más parecido que se me ocurre son los vagones antiguos de madera del Subte A pero mucho más angosto, hasta las ventanillas son iguales. Es difícil de conducir porque la caja de cambios es una rueda de hierro al costado del volante con una palanca del mismo metal y hay que encontrar el lugar exacto de cada marcha. Algo que no siempre se logra y, cuando un cambio no entra bien, el ruido que viene de abajo es infernal. Me parece que no tiene nada de suspensión y las llantas son de caucho macizo. El traqueteo y el ruido son ensordecedores. Uno queda de cama después del viaje. Tampoco tiene luces de giro, hay que sacar los brazos y hacer señas, ni espejo retrovisor del lado del acompañante, así que es mejor que siempre haya alguien de ese lado.

Una vez acomodados (yo en la furgoneta y Sean en el convertible), partimos para Londres. Había que recorrer 50 kilómetros desde donde estábamos, en Tunbridge Wells. A estos vehículos no les está permitido ir por las autopistas pero si por los demás caminos. Me causaba gracia ver como los demás autos se cambiaban de carril apenas nos veían. Nos huían como de la peste. Como tampoco viene con velocímetro, es imposible saber con exactitud a qué velocidad se mueve. No debe ser muy alta porque ese día a la noche, volviendo del restaurant en pleno centro de Londres, nos alcanzó, y nos pasó, un ciclista. En total, tardamos casi cuatro horas en llegar al hotel, en el barrio de Kensington. Apenas nos vieron llegar, todos los empleados salieron a ver la furgoneta y sacar fotos. La reacción de la gente era de sorpresa, muchos saludaban, sacaban fotos y los que estaban más apurados se acordaban de nuestras progenitoras.

Esa noche fuimos a comer afuera, se sumaron más personas y éramos 20. La pasamos bien pero nos acostamos tarde y nos esperaba un madrugón.

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