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M en vaig a escampar la boira

48ª Carrera de Vehículos Comerciales Antiguos de Londres a Brighton - Dia 2

Entre el cansancio del viaje en avión y en vehículo de madera y la comida que me cayó pesada, dormí mal y poco y, en consecuencia, estaba de mal humor. No era un comienzo auspicioso.

El domingo a la mañana fuimos a Crystal Palace, el lugar de largada de la carrera, para que sellaran la tarjeta con la hora de salida. Había algunos camiones lecheros y camionetas salidos de un capitulo de Los Tres Chiflados. Enseguida de estacionar, nos rodearon los anoraks para sacar fotos y hacer todo tipo de preguntas.  Así se les llama a una subespecie de la raza humana que viste anoraks o parkas y tiene hobbies aburridos (observar aves, pasar horas en las estaciones de tren anotando los números de cada locomotora, etc.). Los más apuestos se parecen a Pee Wee Herman.

 Camino a Brighton, a 75 kilómetros, había mucha gente (desde hombres solos a familias enteras) domingueando, algunos con picnic incluido, y miraba pasar los vehículos antiguos cómodamente instalada en sendas sillas playeras.

El Alvis ’65 en el que viajaba Sean crepó una hora después de la partida, se le rompió el “embriaye”, así que él y el que viajaba con él tuvieron que volver para dejarlo en el garaje y buscar nuestro auto (moderno y confortable) para ir directamente a Brighton.

Una parte del trayecto es muy linda y, sobre todo ¡verde inglés! La campiña es un mar   ondulante salpicado de granjas, ovejas, caballos, diferentes cultivos y aldeas pintorescas. Lamento tener que decir que tanta belleza no alcanzó para compensar la incomodidad (éramos nueve personas, sentados rodilla con rodilla y con bolsos y cosas por todos lados), mi cansancio (sobre todo, del jet lag) y las ganas irrefrenables de acogotar a Sigrid, una señora alemana amiga de no sé quién, que tenía una voz que me taladraba los oídos. Cada vez que hablaba, se me venía la misma imagen a la mente ¡pegarle la boca con silver tape! Pero me conformé con mandarle mensajes de texto a Sean, que se solidarizó conmigo.

Entre la lentitud del vehículo, la distancia y el transito caótico porque era fin de semana largo, tardamos seis horas en llegar. Mis riñones pedían la hora, referí.

En el lugar de llegada, a medida que iban llegando los vehículos, se iba armando una exposición a lo largo de la rambla (Brighton es una ciudad balnearia). Y era el paraíso de los anoraks, muchos de los cuales eran bi dentes.

Como era el primer centenario del shooting brake, unos amigos le colgaron guirnaldas y globos y trajeron una torta amarilla y azul con la fecha y el nombre. Se armó un picnic que duró hasta las 5 y pico de la tarde, que fue cuando empezó la entrega de premios. David ganó en dos categorías, no recuerdo cuales.

Sean y yo nos escapamos y fuimos a pasear por el muelle. Es gigante, hasta tiene un parque de diversiones. Había un gentío infernal y la gente no era ni muy agradable ni muy refinada o educada, era el equivalente de ir a un recreo de Luján. Además, la música de las atracciones y de los juegos estaba demasiado alta. Pero fue una experiencia interesante desde el punto de vista sociológico y antropológico.

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