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M en vaig a escampar la boira

Cataratas del Niagara

Cataratas del Niagara

El fin de semana pasado fuimos a las cataratas del Niágara. Fuimos y volvimos en el día porque es cerca, llegamos en una hora y media. Había bastante tránsito pero por suerte no había muchos turistas, supongo que porque habían pronosticado lluvias.

El rio Niágara divide Canadá de los EEUU. El lado canadiense está muy bien preparado para el turismo: hay muchos hoteles, restaurants, casinos, fichines para los chicos, es una mini Las Vegas. Se puede caminar a lo largo del barranco del rio para ver las cascadas y sacar fotos.  La cascada mas grande, Horseshoe Fall,  está a caballo entre las dos orillas y se ve bien desde las dos márgenes. El lado canadiense tiene la mejor vista, ya que hay dos cascadas más chicas del lado americano que se ven bien de frente.

Hay varias atracciones, como tomar el barco que navega bastante cerca de la  Horseshoe Fall o caminar por detrás de la caída de agua, pero ninguna me cautivó.  En honor a la verdad, confieso que el lugar no me deslumbró. Uno puede sentir la fuerza del agua y, si, es portentoso, pero no es espectacular como el Iguazú. Es otro ejemplo del autobombo y estrategias de marketing.

En dos horas recorrimos el lugar, sacamos fotos, compramos suvenires (tazas de Starbucks para mi colección) y nos sentamos a tomar un café (frappuccino en Starbucks). Hojeamos mi guía Michelin y decidimos ir a ver el pueblo de Niagara-on-the-Lake.

El camino a Niagara-on-the-Lake es parte de la ruta del vino de Ontario, es lindísimo. Hay viñedos y plantaciones de frutales a diestra y siniestra. Paramos a comprar ciruelas, damascos y duraznos en un puestito a la vera del camino. El sistema es así: el dueño deja las frutas ya pesadas y empaquetadas, le pone el precio y uno toma lo que quiere, calcula el monto y deja la plata justa en una caja.  Es un sistema basado en la confianza y en la honestidad del cliente.

El pueblito parece salido de un cuento. El casco histórico data del siglo XIX y todos los edificios están muy bien conservados. Eso sí, es una trampa para turistas. Mientras almorzábamos, se largó un chaparrón pero al rato salió el sol. Yo quería recorrer un poco y Sean no, así que él se fue al auto a descansar y yo arremetí contra las hordas de turistas.  Las ganas de conocer me duraron poco, tanta gente me exasperaba. Saqué algunas fotos y huimos despavoridos. Una lástima, porque el pueblito me había encantado.

 

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